De pequeña sueñas con lo que quieres ser de mayor, con el amor, con lo que quieres estudiar y sueñas con una vida perfecta que algún día llegará. Algunos adultos se esfuerzan en conseguir esa vida con la que siempre han soñado. Otros se sientan en su cómodo sofá viendo como la vida pasa por delante de sus narices, sin mover ni un sólo dedo por intentar mejorarla.
Tanto los unos como los otros estamos sobreestimando el tiempo que vamos a estar en ese mundo.
¿Y si te despiertas un día y tu vida ya no vuelve a ser igual?
Porque no hay nada más cierto que la frase: “Tu vida puede cambiar en un momento”.
Un accidente, una enfermedad, una guerra, un desastre natural, una infidelidad, una verdad, una mentira, … No quiero ponerme negativa. No es el objetivo de este post.
Puede que hayas pasado por esta situación. Puede que nunca te haya tocado.
Lo has visto en personas cercanas a ti, en lejanas. Parece que el destino ha hecho que lo vayas esquivando. Como cuando algo te pasa rozando. Lo sientes, notas su brisa tocando tu cuerpo y sientes palpitar tu corazón, tus manos tiemblan, tienes sobrealiento. Por un momento, te paralizas. Esta vez te has librado. ¿Lo harás la próxima vez?
Inconscientemente sueñas con llegar a viejecita. Estar rodeada de nietos. Estar donde siempre has querido estar. Estar junto a la persona que amas. Estar orgullosa de todo lo que has conseguido…
Es una pregunta que dice lo siguiente:
¿Te has parado a pensar en ello alguna vez?
La realidad y el futuro no lo conoces, ni tú ni nadie.
Puede que tan sólo te queden un día.
Y no lo sabes.
Nunca lo sabrás.
¿Cuántas veces te estás olvidando de sonreír? ¿Cuántas veces estás dejando una conversación a medias porque tienes prisa? ¿Cuántas veces olvidas sentarte tan sólo a escuchar a alguien porque estás pensando todo el rato en tus problemas? ¿Cuántas veces te quejas al día? ¿Cuántas veces te olvidas de darle un abrazo a esa persona a la que quieres? ¿Cuántas veces te vas sin decir adiós? ¿Sin darle un beso a tu pareja? ¿Sin mostrarle a un amigo que estás ahí?
Es más fácil pensar que hacerlo en otro momento te va a llevar al mismo resultado.
Es más fácil pensar que es mejor dejar las cosas como están.
Pero para cuando te quieras dar cuenta. Para cuando quieras correr, puede que ya sea demasiado tarde.
En vez de acostarte cada día pensando en mil quehaceres, en cosas no importante, en preocupaciones, soñando con vidas maravillosas, con empezar nuevas pasiones, …
Cualquiera de los ejercicios puedes empezarlos justo después de terminar de leer este post.
No esperes a mañana (quizás sea demasiado tarde).
Comienza a cambiar el chip. A partir de ahora cuando te vayas a la cama, en vez de darle vueltas a preocupaciones y otras historias, coge tu agenda, tu diario o una nueva libreta y escribe 3 cosas que tienes que agradecer del día de “hoy”.
Al igual que todos los días hay al menos 3 cosas que agradecer, todos los días hay algo que te ha hecho feliz. Aunque a priori puedas sentir que todo es oscuro, siempre puedes encontrar un detalle que te haya hecho feliz. Anótalo junto a las cosas que agradeces cada día.
Celebra que hay un “hoy”. Sonríe a la vida. Si no te sale la sonrisa, fuérzala. Numerosos estudios científicos han demostrado que realizar el acto físico de sonreír (aunque no tengas ganas), genera endorfina y serotonina (las llamadas “hormonas de la felicidad”), nos ayuda a relajarnos y a disminuir el estrés. No sólo tiene efectos beneficiosos sobre nosotros, sino que sonreír tiene efectos beneficiosos también sobre las personas a las que sonreímos, les relajamos, les motivamos.
Este tercer ejercicio vas a llevarlo a cabo de dos maneras:
Recibe, despídete de las personas a las que quieres con un abrazo. Los abrazos tienen más poder del que pensamos. Los infravaloramos. Tenemos miedo a pedir un abrazo. ¿Cuántas veces has necesitado que alguien te abrazara, sentir el cariño humano, sentirte protegida y por vergüenza o pensar que no era lo correcto no lo has pedido? No nos damos cuenta que la otra persona nos lo puede estar pidiendo a gritos y no se atreve a hacerlo. Puede necesitar consuelo, apoyo o simplemente saber que estás ahí, que le quieres, que le aprecias.
No esperes a que te lo pidan. Quizás no va a haber un mañana. Quizás sea la última vez que veas a esa persona. Despídete con un abrazo y una sonrisa.
¿Has olvidado ese cosquilleo en el estómago que se siente cuando miras a alguien a los ojos? Al principio de tu relación con cualquier otra persona puedes pasarte mucho tiempo mirando a los ojos. Tiempo después, la rutina, la confianza, hace que olvidemos todos esos detalles que te hicieron acercarte a esa persona, que labraron vuestra amistad, vuestro amor… No hace falta que digas nada. Tan sólo concéntrate en mirar a esa persona a los ojos. Aguanta la mirada, deja que vuestros ojos lo digan todo. Vuelve a sentir ese cosquilleo en el estómago.
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¿Qué opinas? ¿Te lo has planteado alguna vez?
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