Imprevisto, se dice que es todo hecho o situación no prevista.
De eso en parte quiero hablarte hoy, de como dan un giro a todos los acontecimientos y a todos tus planes. A veces son pequeñas cosas y otras dejan todo tu mundo patas arriba.
Hace semanas que debería haber escrito y publicado este post. Lo tenía planificado en mi agenda y en mi calendario editorial desde hace tiempo. Pero un pequeño contratiempo ha hecho que haya tenido que paralizar todo durante unos cuantos días.
Una pequeña “tontería”, como que se me cayese el portátil al suelo, hizo que mi disco duro se fuera al garete. Y con él, el portátil entero y todos mis datos. Por suerte hacía tiempo que el ordenador me iba muy lento y hacía copias de seguridad de un montón de cosas desde semanas antes. Aún así, he perdido un montón de información que quedará en el olvido para siempre en mi memoria. Una milésima de segundo, todo por ir con prisas a hacer una cosa, ha hecho que mi mundo quedara patas arriba y paralizado durante un par de semanas.
(Si hace mil años que no haces copia de seguridad de tu ordenador, no lo pospongas y pospongas ¡que nunca se sabe!)
La moraleja de mi historia es que no puedes esperar que todo vaya perfecto siempre. Casi te diría que en el 90% de las veces habrá algo que te va a hacer retrasar un poco o posponer para más adelante tus objetivos. El día a día es lo que tiene y lo más importante es el prisma desde el que mires ese hecho fortuito.
Soy de las que piensa que las cosas siempre ocurren por una razón, me lo habrás oído decir muchas veces. En mi caso, esa parálisis me hizo concentrarme en otro proyecto que tenía entre manos y del que sé a ciencia cierta, que si no se me hubiera fastidiado el ordenador no habría terminado. Así que intento mirarlo por el lado positivo.
En tu caso quizás te sirva para darte cuenta de:
Hay mil reflexiones que puedes hacer tras cada piedra con la que te tropieces por tu camino. Y lo importante es que siempre puedes sacar una lección de ella.
Por todo ello, hoy quería dedicar el post a todos esos planes que no salen como esperabas. Y a esa sensación que ello trae consigo.
Durante las últimas semanas hemos estado hablando de esa sensación de sentirte perdida, de no tener muy claro lo que quieres. O sí, pero hoy es una cosa y mañana otra. De que todo el mundo te diga: “Tienes que centrarte“. También hemos estado hablando de la vorágine de sensaciones y la montaña rusa que supone todo esto. De los pensamientos negativos que te están saboteando, de los miedos que se esconden detrás, de cómo gestionas tu diálogo interior.
Hoy toca hablar de la otra cara de la moneda. De esa sensación que queda cuando luchas y luchas por algo y parece que nunca llega. De dudar si vale la pena para algo, si estás perdiendo el tiempo o todo tiene un sentido y un fin que todavía desconoces.
Este tema es duro y puede hacer que en un arrebato de desesperación lo des todo y se te ocurra la solución más original a ese bloqueo o problema que te impide avanzar, o todo lo contrario. Que tires la toalla y dejes de luchar por tus sueños y tus objetivos.
Normalmente cuando esto último ocurre se debe a varios factores:
Muchas de estas causas se deben a una falta de confianza en una misma y en lo que se hace. Esta confianza es algo que se va ganando con el tiempo y que se va adquiriendo con cada logro y con cada obstáculo vencido. Por tanto, tirar la toalla no suele llevar consigo una mejoría en tu estado de ánimo. Todo lo contrario, va a hacer ese pepito grillo interior que te dice que no puedes lograr nada de lo que te propongas. Excepto en el último caso, en el que puedes verlo como un fracaso absoluto en el momento presente pero se convertirá en un logro en el futuro (los estudios demuestran que en nuestro lecho de muerte tan sólo nos arrepentimos de las decisiones no tomadas).
A veces nuestro pepito grillo no es interior, si no exterior. Y la moraleja que debes sacar de esta encrucijada a la que te enfrenta el destino es que debes comenzar a expresar tus propios sentimientos, tus propias opiniones, comenzar a decir no a los demás y alejarte de todos aquellos que te hacen más mal que bien.
Muchas veces ese mal es involuntario. El que tú estés saliendo de tu zona de confort hace sentir a los demás incómodos porque les estás obligando en cierta manera a romper su propia estabilidad. Y se produce un período de tensión tras el que serás capaz de ver si estás personas te acompañarán en tu nuevo camino o no.
Y volviendo al tema del que te hablaba antes. ¿Qué pasa cuándo te habrías propuesto haber conseguido algo para una fecha concreta y llega el momento y ves que esos planes todavía quedan muy lejos?
Las causas pueden ser tantas, y tan diversas, que antes de tirar la toalla te invito a que reflexiones si ese retraso se debe a algo que puedas mejorar, si debes planificar todo el proyecto a unos plazos más reales, si vale la pena buscar a alguien que te ayude o simplemente te has bloqueado y el cuerpo (y tu mente) te están pidiendo a gritos unas vacaciones y enfoque nuevo.
Creas o no, todo tiene solución.